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cuando escribo decente soy humano, cuando puteo soy argentino.

jueves, 2 de junio de 2011

La casa de mis abuelos

El otro día volví a un lugar querido por mí después de algo mas de 15 años. A la casa de mis abuelos. Por cosas de la vida mis abuelos ya no están, y la casa tampoco. Por alguna razón que ya nunca podré saber la casa fue reducida a escombros tiempo después que mi abuelo, sobreviviente de su matrimonio de 50 años se mudara al barrio detrás de las estrellas, como dice Sabina en una de sus canciones. El que sabia el porqué también se mudó al mismo barrio, mi viejo, y los sobrevivientes de esa rama familiar, mi prima y yo, no nos desvelamos  mucho por saberlo, es una cosa que ya está y listo. 
Nos quedó como herencia ese terrenito, ni grande ni chico, al que tuvimos que hacer limpiar de escombros porque juntaba alimañas y los vecinos inmediatos se quejaban con justa razón. Volver a ese lugar activó muchos recuerdos dormidos en mi memoria, en el fichero neuronal de mi primera infancia hicieron blanco todos los amenos momentos que reviví con recogimiento. En ese lugar ya no hay casi nada identificable como " la casa de los abue" pero quedan detalles, que funcionaron en mi como si fueran un tele transportador hacia la época mas querida que puede tener una persona.
Yo no veía un montón de escombros en ese lugar. yo seguía viendo como la última vez que había pisado ese lugar, el cuartito de herramientas del abuelo, echo hábilmente con láminas de chapa y forrado en su interior con gruesos cartones para que fuera un poco mas habitable circunstancialmente en los inviernos. Me veo entrando allí, un lugar pequeño, pero para mis ojos de niño mágico, y entretenerme abriendo cajones de mesas y muebles desvencijados, llenos de tuercas, tornillos, alambres, trozos de aparatos a medio reparar o que servirían para repuesto, una verdadera maravilla para mis 7, 8 años.
También, en ese patio mitad tierra mitad cemento, veía las cuidadas flores de mi abuela, el piletón de concreto que mi abuelo usaba en las noches de navidad como heladera, llenándolo de barras de hielo que el mismo iba a comprar en su eterno medio de transporte, la bicicleta. Todavía hoy queda parte del alero de chapas que hacía de galería y resguardaba la puerta de la casa de las lluvias, pero yo lo recordaba entero, me recordaba bajo su refugio en las tardes de lluvia mientras juntábamos agua caída del cielo en fuentones con mi abuela, para las plantas, porque era el mejor agua. Queda en pié el dintel de la puerta que llevaba al único dormitorio, queda parte de la mesada de la cocina, en donde mi abuela llenaba una olla con agua y me adentraba en el reino mágico que ya conté en" SERVICIO SE OFRECE". 
Todos los echos y las circunstancias terminan encadenándose hacia algo que tenia que suceder. Entre las cosas personales de mi viejo estaba una foto, enmarcada en un cuadrito, de mi abuela cuando era joven. Quien sabe por cuanto tiempo dormitó ese cuadro en la oscuridad de una valija donde mi padre atesoraba todo lo que el creía importante o sentimental a lo largo de su vida. Bueno, ese cuadro lo descubrió mi jermu y como mujer respetuosa de los mayores familiares no creyó justo que siguiera ese retrato de mi abuela escondido en el olvido, así que ahora cuelga en el pasillo de mi casa, visible, solemne, y la tengo siempre presente y querida porque mi abuela era una mujer maravillosa, incapaz de enojarse o renegar aún en las situaciones más difíciles. 
De ese cuadro a volver a pisar esa casa había solo un paso y lo dí. Esa tarde regresé lleno de gratos recuerdos que creía olvidados, lleno de pensamientos tranquilos que ponen un freno a la vida alocada que se lleva actualmente, siempre acelerados y corriendo para no llegar realmente a ninguna parte.
Fue grato recordar, porque el recuerdo hizo que doliera menos  ver el estado actual de lo que fuera la casa de mis abuelos, mi segunda casa en la niñez, porque pasaba mucho tiempo en las vacaciones de verano con ellos. Ya esos veranos no volverán, ni su tierna companía, pero el amor sigue mas allá del tiempo y las dimensiones, sus amores de abuelos y mi amor de único nieto varón nada puede derrumbarlo, como esa casa, ni llenarse de escombros.
Y como por tanto tiempo esa foto estuvo ausente de ojos, como un homenaje a mi querida abuela la pongo acá, para que todos los ojos del mundo puedan admirarla, por siempre, incluso aún después de que quien escribe se haya mudado a ese barrio tan populoso que queda detrás de las estrellas... 









2 comentarios:

Infinitandrea dijo...

mi amor...sin palabras , me hiciste llorar bb , te amo!

alma dijo...

Iba leyendo y viendo una sucesión de imágenes en sepia donde destaca siempre el niño, he visto el piletón y al abuelo en bicicleta...Es una preciosa entrada.

Un beso